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La Barranca retoma los conciertos en vivo para presentar su último material, Entre la niebla

Los corporativos que controlan la industria musical no se han interesado en la búsqueda de nuevos talentos para renovar la escena del rock mexicano, asegura en entrevista con El Sol de México José Manuel Aguilera, líder de La Barranca, un grupo que ha sabido transitar entre lo comercial y lo independiente durante más de 25 años.

Y es que sobrevivir en un mercado que cada vez hace más negocio de la nostalgia no es sencillo. La Barranca, más que un grupo, es una resistencia viva. Por sus filas ha pasado una gran cantidad de músicos, como Alfonso André, de Caifanes; Alejandro Otaola, de Santa Sabina, o los hermanos Alonso y José María Arreola, nietos del escritor Juan José Arreola. Sin embargo, cada etapa de La Barranca es distinta. Aguilera no cree en la repetición de fórmulas para encabezar las listas de éxitos.

“Yo pienso, y con todo respeto, que la industria de espectáculos, la más masiva, no ha hecho la chamba de crecer nuevos talentos. No es que a ellos les toque, pero a la industria no le ha interesado tanto apostar por ahí, sus razones tendrán, quizá sean económicas. Siempre será más redituable poner un grupo que ya saben cómo funciona que intentar con grupos nuevos. Sin embargo, a la larga, apostar por lo seguro provoca que la escena se quede sin renovación”, dice Aguilera en la charla a propósito de la gira de La Barranca en varias ciudades del país. La fecha más importante será este sábado 3 de septiembre, cuando se suban al Teatro Metropólitan de la Ciudad de México.

Sin mencionar nombres, el compositor señala que hay “una camada de grupos” que surgieron a finales de la década de 1990 y que actualmente ocupan los lugares más visibles y rentables de México y América Latina. “Siento que esos grupos, con excepciones, no fueron relevados por otros ni renovaron su producción”, observa.

“En ese mundo (del rock mexicano) hay un montón de bandas que se quedaron con lo que hicieron hace 20 o 30 años. En cambio, hay bandas que están haciendo muchas cosas, pero están en la invisibilidad. La Barranca está en el borde; hemos tratado en la medida de lo posible de seguir haciendo música”, comenta.

El más reciente álbum de La Barranca, Entre la niebla (2020), fue compuesto, grabado y lanzado justo en los meses más cruentos de la pandemia. Por eso el sonido actual del grupo es más lúgubre, más sombrío. Aguilera se siente entusiasmado porque, por fin, podrá tocar canciones de ese disco como debe de ser: con la formación completa y sonando fuerte.

“En esta alineación hay mucha estabilidad a nivel personal. Con algunos de ellos ya llevo 10 años y con los demás cuatro, que sigue siendo más de lo que duraron otros que ya pasaron por aquí. Actualmente se siente una madurez emocional que da mucha tranquilidad. En otros momentos no sentí eso”, reconoce el creador de dos de las canciones más emblemáticas del rock mexicano: El alacrán y Día negro.

José Manuel Aguilera es consciente de que la música siempre ha estado determinada por la tecnología. En un cuarto de siglo la forma de hacer, grabar y vender música ha cambiado radicalmente. Y aunque La Barranca ha sido camaleónica para adaptarse a los nuevos tiempos, la creación sigue siendo la prioridad de la banda.

“Estamos en ese borde de hacer cosas accesibles, pero tampoco superficiales ni repetitivas. Estar en ese borde cuesta trabajo. El público nos permite seguir existiendo”, apunta el músico.

Y es que el público de La Barranca, afirma, no es un público muy común. No son personas que vayan a los conciertos por uno o dos éxitos. Por eso lamenta que México adolezca del mismo problema de hace muchos años: la falta de foros.

“La falta de foros siempre ha existido. Es un mal endémico de México. Y la carencia de espacios no aplica sólo para la música, sino para cualquier expresión cultural. Ahora ya es muy difícil que existan las escenas locales en México y en el mundo. Ya no podemos identificar con claridad una escena neoyorquina o londinense, por ejemplo”.

Estos sitios, “dejaron de existir con la aparición de la red y sus gadgets que, paradójicamente, en vez de acercarnos, nos han aislado. Vivimos en un mundo de fragmentación, donde muchas cosas están en extinción. Y si nos ponemos filosóficos, todas las cosas que uno conoce con el tiempo van quedando en extinción. La vida misma es un proceso en extinción”, reflexiona Aguilera.

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