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Exile de Swift y Bon Iver se postula como la canción más bella del año

En la ficción, dos examantes que exponen de forma cruda y desnuda cómo escuece una ruptura; en la realidad, dos figuras de la música de mundos aparentemente antagónicos que, juntos, forjan una de las canciones más bellas de 2020, «Exile», el fruto de la unión/desunión entre Taylor Swift y Bon Iver.

Lanzada como segundo sencillo de «Folklore», el que es «de facto» el cuarto corte del último álbum de la artista estadounidense encarna muchas de las cualidades que han hecho de este un trabajo no solo inesperado, sino también sorprendente en su resultado.

El octavo disco de estudio de Swift se forjó casi como un «yo me lo guiso, yo me lo como» durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19 y, frente a la producción colorista de sus anteriores entregas, refleja en su espíritu esa necesaria sobriedad y actitud contemplativa.

Uno de los puentes mejor trenzados entre el viejo mundo de Swift y este nuevo ámbito de resonancias oníricas se encuentra en «Exile». Allí se produce el encuentro de talentos con una de las grandes estrellas del panorama «indie», pero «indie» al fin y al cabo, el músico Justin Vernon, más conocido como Bon Iver.

La forma en la que sus dos voces empastan y se armonizan de una manera orgánica es uno de los grandes hallazgos del corte, en el que establecen más que una conversación, un intercambio de reproches del que ninguno sale vencedor y en el que muchos otros pueden reconocerse.

No hay azúcar en las letras ni tampoco en los ingredientes instrumentales. Más allá de sus voces, un piano vehícula toda la estructura, con una tenue percusión y aún más leves arreglos de cuerdas para redondear la combinación, que resulta sencilla pero estremecedora.